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La historia de esta camiseta nació en una chispa: la imagen fugaz de una mujer abrazada a una calavera, con una moto rugiendo de fondo como testigo de la vida y de la muerte que se miran de frente. La pinté pensando en quienes entienden que la existencia no es un camino recto, sino una carretera llena de curvas donde la libertad y la fragilidad se encuentran.
La mujer que abraza a la calavera no teme al final, lo convierte en un gesto íntimo: un recordatorio de que lo efímero también puede ser hermoso. Ella representa la pasión de vivir sin frenos, la valentía de sentir, la ternura incluso en medio de lo oscuro. La moto, tras ellos, es símbolo de velocidad y de destino: un motor que late al compás de los sueños, del riesgo, de esa necesidad de avanzar aunque el horizonte se pinte incierto.
Esta camiseta está dirigida a espíritus rebeldes, a quienes buscan en su ropa no solo un diseño, sino un mensaje. A moteros y moteras, a amantes de lo alternativo, a quienes saben que la vida se mide más por la intensidad de cada instante que por los días acumulados.
Cada trazo está pintado a mano con pinturas especiales resistentes al agua, lo que convierte a esta prenda en una pieza única, irrepetible, cargada de horas, de paciencia y de emoción. No es un producto en serie, es un fragmento de mi alma entregado al algodón.
Vestirla es llevar un grito silencioso de autenticidad, un pequeño manifiesto contra la prisa y la uniformidad. Es abrazar la belleza de lo distinto, lo efímero y lo eterno al mismo tiempo.
Porque esta camiseta no se compra: se vive.





